Después de un findex de sentirme mal y pasar horas eternas en la cama, el martes pasado me levanté temprano y casi por inercia, volví a un hospital en ayunas...habían pasado 2 años desde la última vez, recuerdo que en ese momento me había dicho a mi misma "tenés que hacerlo más seguido", pero la vida es caprichosa y en la vorágine de mis días y momentos fui postergandolo una semana a la vez, de un mes al otro, hasta que finalmente quedó en algún lugar de mi "TO DO list", casi casi en el olvido...
Mientras aguardaba en la sala de espera, después de llenar formularios, tomarme la fiebre y la presión y con la extracción de control aprobada, me detuve a observar a los otros que estaban ahí como yo. Estaban los recién llegados de vacaciones arrebatados por el sol, una pareja tomada de la mano dulcemente, un estudiante visiblemente "primerizo" y cuando mi mente comenzaba a perderse aburrida en las paredes de la sala, lo escuché. Por alguna razón no lo había visto. Sentado junto a una columna, un hombre de mediana edad, provinciano, pasaba desapercibido entre el ir y venir de doctores y ayudantes en batas blancas y uniformes de colores. Era un hombre común, jean y remera gastada, su tes color aceituna, nada extraordinario...pero cuando me detuve en su rostro lo vi. Sus ojos tenían un brillo casi mágico y la mueca de su sonrisa dejaba al descubierto una dentadura algo descuidada...creo que lo miré por un largo tiempo, porque cuando me dí cuenta sus ojos se habían fijado en los mios, había quedado en evidencia. Me puse nerviosa, hice un esfuerzo porque no se notara esbozando una risa débil y dubitativa sin saber que seguiría...Sin dejar de mirarme, el hombre común se incorporó en la silla que estaba sentado y sonriendo placidamente me preguntó por quien venía. Uf, la tensión había desaparecido!
Resultó ser que horas antes, ese hombre común aguardaba en la estación de Retiro para comprar un pasaje a Misiones, cuando escuchó que se necesitaban 60 dadores para un nene internado en el hospital...-"y me vine"- me dijo -"uno nunca sabe el día de mañana, lo que damos en algún momento vuelve". Entonces de repente, ese hombre común, dejó de serlo...
Casi olvidaba lo bien que se sentía. Pero esta vez, me sentí chiquita...
Cuando todo terminó, mientras tomaba a sorbos el café, no podía dejar de pensar en ese hombre, que sin obligación, sin necesidad y así porque sí, estaba ahí, donando un 10% de su sangre para un total desconocido...
Y me quedé todo el día pensando, fascinada con la idea. Parece mentira que en medio del caos y la desolación de la Ciudad en la que vivimos, cosas increibles aún sucedan... y personas maravillosas aún existan.
para más info www.donandodangre.org
GRACIAS:)
COMING SOON
NOS ESTAMOS RENOVANDO...ESTAMOS TRABAJANDO EN NUESTRA NUEVA IMAGEN!
sábado, 6 de febrero de 2010
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